He despertado
en el fondo de este pozo
sin saber quién soy,
cómo he llegado,
lleno de barro,
con algunos huesos rotos
y la piel color papel quemado.
Me levanto y clavo
uñas y dientes contra la pared
el calor derrite mis manos.
Respiro y ardo,
hogueras en mi Torre de Babel.
El dolor ya no duele tanto.
Y ahí afuera buscaremos al malo,
y los buenos nos tendrás que creer.
Salga despacio con los brazos en alto,
ponga las manos donde yo las pueda ver.
Y ahí afuera buscaremos al malo,
y los buenos nos tendrás que creer.
Salga despacio con los brazos en alto,
ponga las manos donde yo las pueda ver.
He ido quitando
millones de alfileres de mis pies.
Veloz
sigo trepando,
si me resbalo no dudes que lo intentaré otra vez,
tendré mucho más cuidado.
Tomo impulso y salto,
te va a faltar ciudad para correr, escóndete
ya estoy llegando.
He recordado
al ver tu cara por última vez,
fuiste tú ya te he encontrado.
Ya tiran fuerte
mis voluntades,
mis ganas de llamar
a voz en gritos tus malditas atenciones.
Sube la fiebre de este pobre músculo impaciente.
Ya me separo
del envoltorio,
de la inutilidad,
del peso muerto de este cuerpo descarnado,
ojos cerrados,
boca abierta,
cuento tres y salgo.
Un, dos, tres.
Y ahí afuera buscaremos al malo,
y los buenos nos tendrás que creer.
Salga despacio con los brazos en alto,
ponga las manos donde yo las pueda ver.
Y ahí afuera buscaremos al malo,
y los buenos nos tendrás que creer.
Salga despacio con los brazos en alto,
ponga las manos donde yo las pueda ver.
Y ahí afuera buscaremos al malo,
y los buenos nos tendrás que creer.
Salga despacio con los brazos en alto,
ponga las manos donde yo las pueda ver.